| 2012
“Aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.”
(Extracto del Poema Corazón Coraza de Mario Benedetti)
Para entender que hay mundo dentro del mundo hace falta el coraje de atravesar la coraza que los separa, transitar de un extremo al otro para adentrarse en una anatomía secreta en la que se descubre la eterna danza de Eros y Tánatos, un ciclo perpetuo de encuentro y desencuentro.
La efervescencia surge al ver que estamos en el reflejo de nuestra propia imagen, también somos el cosmos que se construye de venas, pulsos, ritmos, vida, muerte y renacimiento.
Cuando dos se encuentran, dos cosmos colisionan, hacen un pacto.
En un torbellino de fuerza animal se desnudan, se funden en un latido. La sangre fluye como lava entre las venas, roja, contenida, profunda, ardiendo llena de vida. Bailan, rozan, susurran, tocan; sucede un primer temblor.
Pulsan en un solo ritmo, coinciden inexorablemente en un mismo latido.
Sin ningún aviso la brocha negra de Tánatos pinta una línea negra y deja escurrir el silencio entre ellos, anula el acuerdo. Se alejan trágicamente en un arrebato, se dispersan a través de sus sueños, se separan.
El pulso baja. Uno busca el latido del otro en el universo y en cada pulsación anuncia su deseo de encontrarlo, pero falla. Y a pesar de que el silencio se impone, encuentra su propio latido. Su corazón coraza. Pedazos esparcidos por el universo; latiendo, anunciando su vida, sus ganas de vivir, de vivir realmente.
Retorna como un fénix, aunque en su corazón permanece una cicatriz, como la memoria de un tiempo.
Por Karen Huber y Francisco González
Ciudad de México, 2012